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Juan Pablo Luna, profesor del Instituto de Ciencia Política y de la Escuela de Gobierno UC: “Estamos peor que antes del estallido, la sensación de crisis es más grave”

El influyente politólogo del progresismo, escuchado por las élites de la izquierda y por La Moneda, es pesimista respecto del futuro de Chile. Con esta Constitución o con otra, dice, no se solucionará el deterioro social, político e institucional del país.

Por: Andrea Lagos | Publicado: Viernes 20 de octubre de 2023 a las 04:00 hrs.
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Foto: Verónica Ortíz
Foto: Verónica Ortíz

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Había preferido callar, hasta ahora. Su participación como director de Democracia Viva, a petición de Daniel Andrade (RD), lo expuso negativamente. Esta breve asesoría a la fundación que había recibido más de $ 400 millones del Estado y que está cuestionada por el mal uso de esos dineros, llevó a que el reputado cientista político del progresismo, Juan Pablo Luna, renunciara de inmediato a esa ONG. Ignoraba por completo las operaciones monetarias de la fundación. Sin embargo, debió enfrentar el cuestionamiento público.

“En el estallido hubo algo positivo que fue intentar encontrar una manera en colectivo de mejorar esta sociedad”.

“El principal error ha sido creer que una nueva Constitución es una bala de plata”.

“Sea cual sea el resultado del plebiscito, esto no soluciona nada”.

“Han montado un show que cada vez es menos interesante para la gente”.

“Dado que el Gobierno tomó postura en el proceso anterior, el que no la tome ahora, ya es una toma de postura, sin decir que está ‘en contra’ del texto”.

- ¿Cómo se sintió?

- Personalmente, me dejó la tristeza de sentirme utilizado y enlodado. Por fortuna, mi ingreso al directorio de Democracia Viva nunca se hizo efectivo legalmente, porque ese trámite lo habían hecho irregularmente y fue rechazado. Debí haber dudado y averiguado más al recibir la invitación de Daniel Andrade a principios de este año de entrar a directorio de Democracia Viva. No lo hice, fui crédulo y eso me seguirá penando.

Agradezco el incondicional apoyo que he recibido del rector Ignacio Sánchez de la Universidad Católica, de sus autoridades y de muchos colegas.

- ¿Por qué entró en el directorio de una fundación asociada a RD si usted es un académico sin militancia?

- A mí siempre me ha interesado analizar la política, pero nunca hice política partidaria. Esa demarcación debí cautelarla mejor. Creo que como académicos debemos generar vínculos con todos los sectores de la sociedad. El riesgo obviamente es pecar de ingenuidad. Hoy me he vuelto más cauto y más asertivo en decir que no. Es triste, pero el ambiente está tóxico y prefiero retraerme.

Uruguayo, vive en Chile desde 2005. Llegó después de haber obtenido un doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Carolina del Norte. Profesor titular del Instituto de Ciencia Política y de la Escuela de Gobierno de la Pontificia Universidad Católica de Chile, aquí analiza el momento que enfrenta Chile.

- Hace dos días se conmemoró el cuarto aniversario del estallido del 18 de octubre de 2019. ¿Estamos mejor o peor que hace cuatro años?

- Estamos peor, la sensación de crisis es más grave. Hay un proceso de deterioro social, político e institucional que venía de antes y se ha profundizado. El descontento viene de demandas que no se han podido solucionar ni mitigar después del estallido y cuya gravedad se incrementó con el estancamiento económico y con las consecuencias de la pandemia. A eso se suman otras dinámicas como la expansión del crimen organizado. Todo eso hace que hoy la situación para mí sea peor que la que teníamos antes del estallido, pero todo lo que sucede hoy no es consecuencia directa del estallido.

- A cuatro años del estallido no tenemos nueva Constitución, ni sabemos si vamos a tenerla, no tenemos reformas sociales, el país no está creciendo y venimos de una inflación de dos dígitos…

- Todo eso es real. El problema fundamental de Chile es su crisis de legitimidad. Y las cosas que se han hecho en el proceso político, la han profundizado.

No pasa por una Constitución exitosa el refundar la relación entre la política y la sociedad.

El requisito para terminar con la crisis de legitimidad es que la política logre volver a vertebrar los intereses de la ciudadanía, ese conflicto que irrumpió sin estructura en el estallido social. Las demandas del estallido eran muy difíciles de articular y no se agotan ni pasan por una nueva Constitución.

- ¿Cuál es el recuerdo con que uno se queda cuatro años después?

- Hay una narrativa de que esto fue solo violencia y octubrismo que está triunfando. En el estallido hubo algo positivo, que fue intentar encontrar una manera en colectivo de mejorar esta sociedad.

- ¿Ese fue el logro del estallido?

- Había una promesa de reconstituir una forma de vivir juntos. Y eso se perdió rápidamente. Parte de lo que nos farreamos en el primer proceso constituyente fue un momento en el que la sociedad se vio como un colectivo. Y hoy estamos todos de nuevo en una lógica más bien individual, de retraimiento, de mucha crispación, de mucha desconfianza respecto de lo que podamos hacer con otros que están en la misma situación.

- El socialismo democrático ha pedido disculpas porque no condenó la violencia en el momento del estallido. ¿Qué opina?

- Hay una demarcación moralizante de si uno condena o no la violencia y lo que creo que hay que hacer es entender de dónde viene la violencia.

- ¿En lo personal, usted estuvo con el estallido, pese a la violencia?

- Normativamente, todos debemos condenar la violencia. Lo que no hay que hacer es limitarse a eso. Además de condenar, hay que entender de dónde viene la violencia.

La irrelevancia

- ¿Cuál ha sido el error del proceso constituyente?

- El error ha sido fetichizar la constituyente y la Constitución. Obviamente, Chile tiene un problema constitucional que se relaciona con los orígenes del orden actual. Pero el principal error ha sido creer que una nueva Constitución es una bala de plata.

- Y que una Constitución es la que resolverá los problemas de la gente…

- Proyectamos en la Constitución soluciones a problemas serios que no tienen solución constitucional, y que más bien hacen que la Constitución, cualquiera sea ella, tenga pocos dientes. En un país con niveles crecientes de informalidad e ilegalidad, un texto legal soluciona poco. Pensamos que la constitución puede “arreglar” el sistema político. Los cambios propuestos pueden hacer que haya menos partidos, pero no van a generar mágicamente mejores partidos. Veo un facilismo, una recurrencia a buscar soluciones simples para problemas que son complejos y que no se quieren entender.

- El 15 de noviembre, en el acuerdo después del estallido, Gobierno y partidos políticos fijaron una agenda de cambios políticos y sociales. Al final, lo que se intenta hacer es solo la Constitución…

- ¡Y dijeron que este acuerdo fue el que bajó las protestas! Mi impresión es que lo que bajó las protestas fue el verano, la pandemia, el toque de queda y el desgaste del movimiento. Después, algunas consecuencias del estallido, como los desbordes de violencia -sumados a las consecuencias económicas de la pandemia-, pusieron a la gente en otro foco más conservador para afrontar sus problemas, que se volvieron muy serios.

- ¿Qué opina de lo que ha sucedido en este proceso constitucional y de lo que de allí va a salir?

- No siento que el plebiscito de diciembre esté cerrado. Pero sea cual sea el resultado, esto no soluciona nada, aunque le han puesto todas las fichas a la Constitución. ¿Cómo la Constitución podría abordar las causas de una crisis que tiene que ver con una relación de larga data entre el Estado y la sociedad? ¿Cómo podría abordar el deterioro de la política? ¿Cómo podría abordar los asuntos que realmente causan el descontento ciudadano?

- ¿Servirá de algo una nueva Constitución?

- Han montado un show que cada vez es menos interesante para la gente. La política y los medios ven al proceso constitucional como “el” tema central de la política. Y eso no ha prendido, en parte, por esta trampa de estar intentando solucionar algo que, en realidad, solo tiene efectos para quienes están en esa disputa.

- ¿Si hubiese ganado el apruebo el 4S de 2022, con el otro texto constitucional, usted diría lo mismo?

- Sí, por supuesto. Yo voté “apruebo para reformar”, en parte, para terminar con este tema, pero jamás pensé que por acá estuviera la solución. Honestamente, no he seguido este segundo proceso. Estoy muy desinteresado. Y veo que está distanciando más a la élite y a la política, de la ciudadanía.

- ¿Cómo ve que el Gobierno no tome postura frente al plebiscito constitucional de diciembre? ¿Es posible de sostener?

- A mí me parece bien que el Gobierno no tome postura. El problema es que tomó una clara postura en el proceso anterior. He ahí la trampa en que están hoy. Dado que tomó postura en el proceso antes, el que no la tome ahora, ya es una toma de postura, pero sin decir que está “en contra”.

El desgaste

- En mayo, cuando el Gobierno enfrentaba la crisis de seguridad usted dijo que sufría una crisis de credibilidad. Después vinieron los hallazgos de los fraudes de Democracia Viva y de los otros casos convenios. ¿Cómo está la credibilidad del Gobierno hoy?

- El Gobierno tiene una credibilidad muy deteriorada, pero también muy anclada a la figura presidencial. En ciertos sectores de la ciudadanía, el Presidente genera una adhesión positiva, ese es su 30%. Las habilidades blandas del Presidente lo aíslan un poco de lo que me parece que es la opinión respecto de su Gobierno, que es bastante más problemática.

- ¿El Presidente Boric no sufre esta crisis de credibilidad?

- Lo sufre menos, pero evidentemente este es un desgaste del Gobierno. Ha tenido que hacerse cargo del tema de seguridad, que es de una alta complejidad y la izquierda que está en el Gobierno, siempre vas ser menos creíble en esto que alguien de derecha. Cada vez es más difícil generar acuerdos mínimos y la imagen del Gobierno está manchada por los escándalos de los convenios.

- El programa de Gobierno está enterrado, ha dicho usted. Ahora no hay apoyo político en el Congreso para las dos grandes reformas, la de pensiones y el pacto fiscal. ¿Qué le queda por hacer al Gobierno?

- Si uno mira, la relación del Estado con la ciudadanía, con los sectores más vulnerables, es muy precaria, genera mucho resentimiento y mucha sensación de abuso de la ciudadanía por el Estado. El Gobierno debería intentar volcarse a mejoras de gestión, más que pensar en una agenda legislativa donde está todo muy trabado, pero es muy difícil porque existe un déficit del gobierno por su incapacidad de gestionar y de mover al Estado. Este es un Gobierno que llegó con una agenda de reformas muy ambiciosa sin respaldo en el Congreso. Y su base de apoyo se va haciendo cada vez más exigua con el desgaste de los escándalos.

- Es claro que el que no tengan mayoría en el Congreso, no ayuda…

- No hay organización política, no hay estructura con la cual gobernar. A la política se le comprimió el tiempo y se le fragmentó el espacio. Antes el Presidente era electo y tenía dos años en los cuales tenía popularidad suficiente como para gobernar. Y hoy esa popularidad dura semanas y estás todo el tiempo lidiando con la impopularidad. Y, al mismo tiempo, se fragmentó el espacio. Antes tenías estructuras políticas que te señalaban muy claramente dónde estaban tus apoyos. Hoy hay múltiples demandas que no se ordenan con una lógica tradicional. Tienes menos tiempo para gobernar y con mucho menos poder.

Los nuevos actores

- Dos actores políticos surgieron durante los últimos años, el Frente Amplio y Republicanos. ¿Han logrado hacer la diferencia?

- Se habla muy mal de ambos y me parece que el aporte que han hecho es que han logrado renovar una oferta política que estaba agotada.

El FA y Republicanos tienen también las debilidades de haber crecido en un sistema de partidos sumamente desarraigado, donde el crecimiento está muy asociado a ciertas figuras y a ciertos momentos y climas. En el FA no veo que haya suficiente esfuerzo de construcción partidaria que permita sostenerlo en el tiempo, más allá del liderazgo presidencial y el de algunas figuras puntuales.

- ¿Qué trabajo hace Republicanos para lograr arrasar en las elecciones?

- Cuando dije que los Republicanos son como la UDI Popular con Tiktok, me refería a dos cosas. Han trabajado muy bien el despliegue territorial y han afianzado liderazgos locales, pese a que tienen una estructura muy vinculada al liderazgo de José Antonio Kast. Mientras, los otros partidos, incluso la UDI, han perdido esa penetración a nivel territorial. Por otro lado, tienen un manejo de las redes sociales y de la comunicación con nuevas tecnologías increíblemente profesional.

- La derecha con Republicanos enfrenta una disyuntiva imposible.

- El dilema de Republicanos y de la derecha tradicional es qué hacer: ¿Fusionarse en una nueva coalición de derecha, lo que generaría que la UDI y RN fuesen consumidos por el partido Republicano en la próxima elección? ¿U optar por seguir siendo una centroderecha tradicional que va a ser electoralmente más pequeña, pero que marcará las diferencias con Republicanos que tienen orientaciones ideológicas radicales?

Estamos en un sistema político donde todos sabemos lo que cada uno tiene que hacer, pero que ninguno quiere hacerlo, porque perdería la próxima elección.

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