Editorial

Nueva agenda de productividad

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Aunque el foco del debate en la actual coyuntura esté centrado en la discusión de los proyectos de reforma tributaria y previsional, no se debe quitar prioridad al desafío de avanzar en la solución del problema que constituye probablemente el principal talón de Aquiles de la economía chilena: el estancamiento de la productividad, determinante fundamental del potencial de crecimiento de mediano y largo plazo.

Desde esta perspectiva, es una buena noticia lo informado recientemente por el ministro de Economía, en cuanto a que se continúa avanzando en la elaboración de una nueva Agenda de Productividad, la cual vería la luz entre diciembre y enero. Por lo que se ha informado, se van a proponer medidas en el ámbito de la facilitación del comercio, del funcionamiento del mercado de capitales, de la digitalización, de la “desnotarización”, como también de incentivos a la formalización laboral.

Aumentar la competencia es clave para mejorar la productividad, permitiendo que nuevos actores desafíen a los incumbentes.

Sucesivos gobiernos han presentado iniciativas de similar naturaleza, bajo distintos nombres, con diagnósticos compartidos en muchas materias, pero al final del día, presiones políticas y de grupos de interés impiden avanzar en temas que se arrastran de larga data, como es el caso de la reforma al sistema notarial y la eliminación de la reserva del cabotaje marítimo a naves nacionales. Aumentar la competencia constituye un factor clave para mejorar la productividad, permitiendo que nuevos actores desafíen a los incumbentes en las distintas industrias.

Al momento de las propuestas, es importante recordar las recomendaciones de la OCDE, contenidas en su informe sobre Chile publicado en septiembre, en el que hay una especial mención a la necesidad de fortalecer la competencia y establecer regulaciones que sean más amistosas con ella, a lo cual suman la necesidad de profundizar la inserción de la economía chilena en el comercio internacional, lograr una mayor conexión del mundo productivo con las instituciones que generan conocimiento en el ámbito de la I+D, y aumentar la inversión en capital humano, especialmente en la educación en etapas tempranas.

Cabe preguntarse seriamente si Chile está avanzando por esta senda, y hasta ahora la respuesta es más bien negativa.

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