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¿Cómo debería Estados Unidos lidiar con China?

Washington está en peligro de tirar a la basura la ventaja que sus aliados le podrían haber dado.

Por: Martin Wolf | Publicado: Miércoles 13 de noviembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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“Es fácil ganar una carrera cuando eres el único que sabes que ha empezado. China está entonces en camino a reemplazar a Estados Unidos como el hegemón global, creando un mundo diferente como resultado. Sin embargo, no tiene que terminar de esta forma”. La ansiosa visión proviene de Michael Pillsbury, del Hudson Institute.

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Pillsbury es uno de los pensadores estadounidenses más influyentes sobre las relaciones entre EEUU y China. El libro es más que un llamado a reconocer la realidad: es un llamado a las armas. Pillsbury está en lo cierto en un punto central: el alza de China es el mayor evento político de nuestra era. Obtener la respuesta correcta es crucial. Es tan fácil equivocarse. Hoy, me temo, EEUU está entendiéndolo alarmantemente mal.

El punto de inicio debe ser que, si China tiene o no un plan para el dominio económico mundial a 2049 (el 100° aniversario de la creación de la República Popular), ese es un resultado posible, pero no inevitable. Si todo lo demás permanece igual, la población es decisiva en determinar el tamaño de una economía. EEUU es el país de altos ingresos más poderoso porque tiene la mayor población, por lejos. Pero la población de China es a la de EEUU lo que la de EEUU es a la de Alemania.

Nadie podría imaginar ahora un mundo en el cual la economía alemana sea comparable en tamaño con la de EEUU. De forma similar, ¿por qué deberíamos imaginar que la economía estadounidense se mantendrá indefinidamente comparable en tamaño a la de China?

Puede haber sólo una respuesta a esta pregunta. El Producto Interno Bruto per cápita de EEUU se mantendrá mucho más alto que el de China, permanentemente. A precios de mercado, el PIB per cápita de China en 2018 era sólo un 15% de los niveles de EEUU. Eso es muy cercano a Turquía (y tiene el puesto 72 en el mundo). Imagine, sin embargo, que China alcance el PIB per cápita de España, relativo a EEUU. Su economía sería entonces el doble del tamaño de la de EEUU, a precios de mercado (y cerca de tres veces más grande en términos de poder de compra).

No sólo posible, natural

¿Es posible que China alcance, en las próximas tres décadas, un PIB per cápita relativo a EEUU comparable con el de España hoy? Por supuesto que sí. ¿Alguien duda de que los chinos sean capaces de esto? Pero lo que es posible no es inevitable. Es posible, en cambio, que Xi Jinping sea recordado como el Leonid Brezhnev de China.

Brezhnev cerró todos los pensamientos de reforma económica y política en la Unión Soviética desde 1964 hasta su muerte en 1982. Enfatizó la ortodoxia comunista y la disciplina partidaria. El resultado probó ser un desastre para la URSS. Su conservadurismo tuvo responsabilidad directa en el colapso posterior. Es concebible que el restablecimiento de la disciplina partidaria por parte de Xi y el rol del Estado en la vida económica tenga consecuencias similares para China. Pero lo que es concebible no es inevitable. China también tiene una economía de mercado vigorosa y una burocracia aplicada. Podría evitar esta trampa.

En resumen, lo que Pillsbury ve con horror no es sólo posible, sino que natural. ¿Qué podría hacer EEUU, que no sea la guerra, para detenerlo? La respuesta es: no mucho. Sí, podría suspender sus importaciones de China e intentar detener todas las transferencias de tecnología también. Esas acciones golpearían el desarrollo de China, pero es poco probable que lo frenen. Sólo los errores chinos, siempre posibles, podrían hacerlo.

Tres activos

Este es un grito no de derrotismo, sino del realismo al que Pillsbury llama. Es probable que China se convierta en el poder económico más grande del mundo porque es grande y competente. Sin embargo, aun cuando EEUU no se mantenga como la mayor economía mundial en las próximas décadas, debería mantener tres activos significativos: una democracia gobernada por el derecho; una economía de libre mercado; y aliados económicamente poderosos. Estas son fuentes de admiración, dinamismo y fortaleza, respectivamente. Desafortunadamente, EEUU los está destruyendo a todos. El presidente Donald Trump parece ser ignorante de lo que es una democracia liberal. La economía estadounidense está transformándose lentamente en un capitalismo rentista. También se ha vuelto un aliado poco confiable e incluso hostil; pregúntenle a los alemanes.

El último podría ser el mayor error de todos. Para su fortaleza militar, EEUU depende de sí mismo. Pero en la política económica o los derechos humanos, no. Los aliados de EEUU aportan un peso adicional enorme a la mesa (a diferencia de Rusia, el único aliado potente de China). Tomemos el comercio: las exportaciones de China a los aliados cercanos de EEUU superan con creces a los de EEUU solo. Muchos de esos aliados también comparten las preocupaciones de EEUU sobre el acceso al mercado, sobre protección de la propiedad intelectual y la demanda de China de ser tratada como un país en desarrollo. Sin embargo, EEUU ha tirado a la basura la ventaja que sus aliados le podrían haber dado. Si hubiera promovido una negociación con China dentro de la Organización Mundial del Comercio sobre estos temas, en coordinación con sus aliados, habría disfrutado de mayor palanca y ventaja moral.

No es suficiente, por supuesto, que EEUU aprecie sus recursos. También tiene que saber qué hacer con ellos. No es convertirse en enemigo del deseo legítimo del pueblo chino de una vida mejor. Aún menos es soñar con derrocar el sistema político de China. Esos objetivos no son razonables ni alcanzables. Es defender una economía mundial abierta y dinámica, basada en principios de mercado, defender la libertad de expresión y desafiar los abusos a los derechos humanos en China. Pero también es reconocer que, si la humanidad va a alcanzar un progreso económico, mantener la paz y preservar los comunes globales, un alto nivel de cooperación también debe existir entre los superpoderes. Al enfrentar a China, EEUU y sus aliados deben confrontar, competir y cooperar en múltiples dominios. Hoy, esto parece inconcebible. En cambio, estamos viendo una alianza desmoronada y una relación tensa entre EEUU y China. Nada de esto es un buen augurio para el futuro de la humanidad. Recuerde: podría ser mucho mejor.

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